SEPTIEMBRE 2014.
Buenos días, esto de la lectura lo llevo últimamente muy irregular, no obstante en los últimos meses he leído algunos libros muy buenos, de Benjamín Black he leído El Lemur, esta muy entretenido y es un estilo de novela negra muy peculiar.
De un autor que nuestro amigo Pepe Pozuelo me recomendó, Michael Connelly , autor de novela negra, he leído los tres primeros libros, El eco negro, Hielo negro y La rubia de hormigón, cuando empiezas un libro ya no lo dejas hasta el final.
Dejo el enlace de estos tres libros Connelly
Felices y tranquilas lecturas. (23.09.2014)
Hola a tod@s, abro esta pagina con los comentarios que aparecierón en la prensa del Premio Principe de Asturias de las Letras 2014, añado una sinopsis de la obra del autor, con su nombre y seudonimo, así como de los titulos disponibles.
Todavía no he leido nada de este autor pero parece interesante.
Os dejo el enlace de wikipedia de este autor.Jhon Banville
Sinopsis y cronologia de la obra de Benjamin Black, seudonimo de Benjamin Banville, premio Principe de Asturias de las Letras 2014.
John Banville: irlandés, látigo de la moral católica, Príncipe de las
Letras, Benjamin Black
El escritor ha obtenido el premio
Príncipe de Asturias de las Letras por toda su obra, en la que azuza a la
Iglesia y a la clase biempensante de su país
Periodista de formación, tiene numerosos lectores en
España, gracias en parte su alter-ego, Benjamin Black, renovador del género negro
·
·
· A John
Banville (Wexford, 1945) no le tienen mucha estima en su país. Él
mismo lo ha confesado en alguna entrevista: “Sé que no soy bienvenido”. Su discurso
ácido y sarcástico, látigo de los códigos morales y católicos de Irlanda, le ha
puesto en numerosas ocasiones cara a la pared de la oficialidad. En sus libros
tampoco se corta: dispara contra las apariencias, contra todo lo que las
buenas-familias-decentes esconden bajo la alfombra. Sólo hay que echar un
vistazo a los títulos que firma como su alter-ego Benjamin Black comoEn
busca de April o Venganza. En ellos hay asesinatos, sexo,
y toda la retahíla de los viejos pecados capitales. Por mucho que a ciertos
irlandeses le moleste.
Y, sin
embargo, sus conciudadanos no pueden negar que poseen a uno de los mejores
escritores vivos de la actualidad. El último premio Príncipe de Asturias de las
Letras –aún no sabemos quién se lo entregará en octubre, si el nuevo rey Felipe
VI o su hija Leonor- también ha ganado el Booker (en 2005 con El Mar),
el Premio Austriaco de la Literatura Europea (2013) y el Franz Kafka (2011).
Sólo le queda el Nobel para entrar en el Olimpo, galardón que por otra parte ha
ido a parar en varias ocasiones a tierras irlandesas de la mano de W.B. Yeats,
Bernard Shaw, Samuel Beckett y Seamus Heaney (Joyce se quedó en la cuneta, pero
ese es otro debate). No, Irlanda no puede negar que aún se guarda un as en la
manga para llevarse la medalla de la Academia sueca.
¿Y qué hace
grande a Banville? Es posible que a día de hoy sea uno de los pocos autores que
tienen dos tipos de público lector. El escritor, que comenzó su faceta
literaria en 1970 con los relatos Long Lankin después de haber
trabajado como periodista en The Irish Press, ha sabido reinventarse con los
años y crear su propio alter-ego, Benjamin Black. Así, mientras que la
propia prosa banvillesca, la que seduce en libros como El Mar, Eclipse, Los
Infinitos o Antigua Luz, es preciosista, sin apenas
diálogos y en las que el escritor parece desentenderse de lo que les ocurre a
los personajes, cuando se convierte en Black aparece el azuzador de la moral,
el tipo que quiere rendir cuentas con su país y al que no le pasa ni una. Y
quien, por otra parte, ha revitalizado el género negro como pocos en la
literatura más reciente.
Este
doppelgänger, esta especie de Dr Jekill y Mr Hyde, viene muy marcado por lo que
vivió en su infancia y sus inicios como plumilla. Hay que retrotraerse a los años
cincuenta –década en la que ambienta todas sus novelas negras- para encontrarse
con un país donde apenas existía aquello de la separación entre Iglesia y
Estado, situación de la que aún tiene un recuerdo amargo.
Así lo ha
contado en otra ocasión: “Estoy enfadado con la Iglesia, con la
cobardía y la estupidez de nuestro país. Cuando yo tenía unos quince
años, a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, mi madre
acostumbraba a leer las revistas Woman y Woman’s Own. Eran
revistas inglesas sobre patrones para hacer punto, recetas y algo de crónica
social. Y tenían muchísimo colorido. Ella fue un día a confesarse y le dijo al
cura que leía esas revistas, y él le contestó que tenía que dejar de leerlas
inmediatamente. Y mi madre dejó de leerlas. Es solo una pequeña anécdota, pero
es una de esas cosas que aunque sean nimias te enfadan muchísimo. Lógicamente
había cosas peores, como niñas que se quedaban embarazadas, niñas que
trabajaban como esclavas, niños que iban a trabajar, pero para mí esos pequeños
incidentes resumen todo ese periodo”.
No obstante,
no es sólo el cabreo por haberse criado en una sociedad cerrada llena de niños
en orfanatos, hijos de madres solteras – lo que hizo que en 2006 creara al
personaje de Quirke para dar rienda suelta a sus pasiones hedonistas (y a su
látigo anticatólico). Banville es un autor consciente de que el preciosismo de
los libros que firma con su propio nombre es casi sólo del regusto de los
críticos. “Si escribes libros como Banville no vas a poder vivir de
ello. Tienes que hacer algo más, es lo que nos piden estos tiempos. Yo
no podía soportar la idea de ingresar en el mundo académico, la idea de enseñar
no me gusta”, ha confesado. Él es un tipo al que le gusta vivir lo
contemporáneo. Por eso también se hizo periodista y actualmente aún colabora
con The New York Reviews of Books.
Se podría
cerrar este perfil definiendo a Banville como un punk al que le llegó
un poco tarde el movimiento de los Sex Pistols o Joy Division, aunque seguro
que conoció a The Dubliners y The Pogues. Si lo encuentran por la
calle o cuando le vean recibiendo el Príncipe de Asturias les parecerá todo un
caballero irlandés, pero si entran en sus libros observarán que teclea con
malicia desnudando las vergüenzas de un país que aún esconde esqueletos de
bebés en los jardines de sus orfanatos. De momento, estos son sus
imprescindibles:
Como John Banville:
El libro de
las pruebas: La novela
de la confesión de un crimen que no debería haber sucedido. O quizá sí.
Un crimen absurdo cometido por un científico brillante, impelido por la
necesidad o por no se sabe muy bien las razones. Con esta novela fue finalista
del Booker en 1989.
El mar: Con esta novela consiguió el Booker en
2005. En ella, Banville ahonda en lo que supone la pérdida y el abandono y cómo
podemos asimilarlo y reconciliarnos con todo ello. Una historia que rinde
cuentas con el pasado y el significado de los recuerdos.
Los infinitos: Una historia sobre la mortalidad (y la
inmortalidad de los dioses). De nuevo, una de las referencias de Banville: la
reunión familiar y las relaciones que se tejen entre ellos, no tan limpias como
parecen a priori.
Antigua luz: El amor hacia las mujeres está
presente en esta historia en la que Banville vuelve a colocar la trama en un
asunto que choca con la moral católica, y en la que hay otra vuelta de tuerca a
la memoria (y los recuerdos) con bastantes dosis de intriga.
Como Benjamin Black
El secreto de
Christine: Con esta
novela, Banville entró en el universo del género negro y recreó el ambiente que
estaría presente en sus novelas posteriores: una Iglesia católica corrompida en
los años cincuenta, mujeres a las que esconden por estar embarazadas y proceder
de familias desfavorecidas y una sociedad que mira para otro lado.
En busca de
April: Un
escándalo familiar y la desaparición de una chica son los pilares de esta
novela en la que a priori no hay crimen. Los códigos biempensantes son los que
imperan en una sociedad que no acepta rebeldías.
Venganza: En esta historia hacen su aparición
los celos y otros sentimientos que solemos esconder, como la venganza y el
deseo de hacer daño al otro. Bajas pasiones endulzadas con la fachada que crean
el dinero y la posición de familia bien y pija.
La rubia de
ojos negros: Quizá el
mayor reto de Banville hasta la fecha: recrear una historia como si la hubiera
escrito Raymond Chandler reviviendo a Philip Marlowe. Y le sale
extraordinariamente bien.
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